lunes

Ante la Crisis, mira la Estrella, acude a María

¡ A Jesús . . . por María !

Ser de María ... para ser de Jesús.
Pertenecer a María ... para pertenecer a Jesús.
Amar a María ... para amar a Jesús.

Mira a la estrella, llama a María

Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, llama a María. Si eres agitado por las olas de la soberbia, de la detracción, de la ambición o de la envidia, mira a la estrella, llama a María. Si la ira, la avaricia o la impureza impelen violentamente la navecilla de tu alma, mira a la estrella, llama a María (...) No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón (...).

No te descaminarás si le sigues, no desesperarás si le ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si Ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía: si Ella te ampara, llegarás felizmente a puerto

(San Bernardo, Homiliae super "Missus est" 2, 17).

San Bernardo, en uno de sus más célebres sermones sobre la Virgen, urge a sus oyentes de entonces, y a nosotros, a mirar a la estrella, a mirar a María.

La utilización de la imagen de la estrella y compararla con la Virgen Santísima tiene un motivo:

Los marineros de alta mar, para no perderse miran al cielo, a la estrella más luminosa para así saber cómo llegar a puerto seguro. Así es la Virgen en nuestra peregrinación en este valle de lágrimas: es la estrella luminosa que nos muestra el camino cierto, la ruta a seguir, camino seguro, ruta firme.

Ella es el contenido mismo de la evangelización, pues decir María, es decir el dulce nombre de Aquella que vive más profundamente el evangelio de Jesucristo. Es la discípula perfecta de Cristo, evangelio vivido.

El legionario de María ha de ser aquel que en su apostolado semanal es capaz de hablar de la Virgen, de sus virtudes y valores: toda santa, llena de gracia, limpia de pecado, humanidad salvada, nueva Eva, enriquecida con todos los dones y bendiciones de Dios, humanidad nueva y libre, hija de Dios, morada del Altísimo, Sagrario del Hijo, Templo del Espíritu, Mujer creyente, esclava del señor, toda de Dios, fiel a su Palabra, obediente en todo, feliz porque el Poderoso ha hecho obras grandes en Ella y por Ella, bendita entre las mujeres, madre solícita junto a la cruz de los hombres, asunta a los cielos en cuerpo y alma, liberadora de las muerte, contempladora del rostro de Dios.

Como Estrella de la mañana nos anuncia la inminencia del amanecer, de la salida del sol. Con razón así también piropeamos a la Virgen. Ella es la estrella de la mañana que nos anuncia la llegada de Jesús, Dios de Dios, Luz de Luz.

El Legionario de María, como su Señora, ha de ser capaz de anunciar a Jesucristo, evangelio vivo. Y al igual que Ella, es llevar el anuncio del Evangelio, al ver cómo Ella acoge el Reino, su legionario ha de pretender y ansiar encarnar en sí el mensaje liberador del Señor. Ella ha de ser nuestra meta, porque la vemos como una de nuestra raza, de nuestro pueblo, se ha dejado conducir por la gracia, ha sido capaz de llevar a cabo el evangelio a la práctica. En la Virgen, pues, vemos la forma de evangelizar:

1. Ella es el campo donde se encuentra el Tesoro escondido que es Jesucristo.

2. Ella es la que escucha y acoge, la que guarda en su Corazón y medita la Palabra de Dios, la que como fiel esclava está pendiente de su señor, la que se pliega enteramente a su voluntad como al Hijo de sus entrañas. ella es la dichosa, la feliz porque ha creído, porque ha sido saludada con alegría que la ha inundado completamente.

3. La alegría de ser creyente ha de brotar por los poros de nuestra piel apostólica.

4. Despojada de todo, esclava pendiente de su Señor...abierta a lo que el quiere, dejando a Dios ser Dios...

De esta forma, al igual que la Virgen es estrella de evangelización que lleva a Jesucristo, el legionario viviendo como Ella hizo, será también foco luminoso que conduzca al amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.