viernes

9 dic. San Juan Diego - 12 dic. Virgen de Guadalupe

Nuestra Señora de Guadalupe

Audiolibro (audio)


Historia de San Juan Diego y las apariciones de Nuestra Señora

San Juan Diego Cuauhtlatoatzin (que significa: Águila que habla o El que habla como águila) es conocido por el Acontecimiento Guadalupano, que consiste en las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, que tuvieron lugar en el año de 1531, y en donde, Juan Diego fue uno de los protagonistas centrales.

Juan Diego nace en torno al año 1474, en Cuauhtitlán, que pertenecía al reino de Texcoco; y su muerte tuvo lugar en 1548, poco después de otro importante protagonista de ese Acontecimiento, el arzobispo de México, fray Juan de Zumárraga.

Juan Diego es llamado embajador-mensajero de Santa María de Guadalupe. Fue beatificado en la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe de la ciudad de México el 6 de mayo de 1990 por el Papa Juan Pablo II, durante su segundo viaje apostólico a México.

Según la tradición oral continua e ininterrumpida y según varios documentos históricos, como los llamados Nican Mopohua y el Nican Motecpana y otros, en Diciembre de 1531 tuvieron lugar las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe a Juan Diego, un encuentro extraordinario. Juan Diego era un hombre maduro, bautizado poco antes por los primeros misioneros franciscanos, perteneciente a la etnia indígena de los chichimecas de Texcoco.

Diez años después de la conquista y cuando se iniciaba lentamente la evangelización de estas tierras, el Sábado 9 de Diciembre de 1531, muy de mañana, Juan Diego que tenía pocos años de haberse convertido y bautizado, natural del pueblo de Cuauhtitlán, que había sido casado con una india llamada María Lucía y que en este tiempo vivían en el pueblo de Tulpetlac con su tío Juan Bernardino, se dirigía a la Misa Sabatina de la Virgen María y al catecismo, a la “doctrina” en Tlatelolco, atendida por los franciscanos del primer convento que entonces se había erigido en la Ciudad de México.

Cuando el humilde indio llegó a las faldas del cerro llamado Tepeyac, de repente escuchó cantos preciosos, armoniosos y dulces que venían de lo alto del cerro, le pareció que eran coros de distintas aves que se respondían unos a otros en un concierto de extraordinaria belleza, observó una nube blanca y resplandeciente, y que se alcanzaba a distinguir un maravilloso arcoiris de diversos colores. El indio quedó absorto y fuera de sí por el asombro y “se dijo ¿Por ventura soy digno, soy merecedor de lo que oigo? ¿Quizá nomás lo estoy soñando? ¿Quizá solamente lo veo como entre sueños? ¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Acaso allá donde dejaron dicho los antiguos nuestros antepasados, nuestros abuelos: en la tierra de las flores, en la tierra del maíz, de nuestra carne, de nuestro sustento, acaso en la tierra celestial? Hacia allá estaba viendo, arriba del cerrillo, del lado de donde sale el sol, de donde procedía el precioso canto celestial.”

Estando en este arrobamiento, de pronto, cesó el canto, y oyó que una voz como de mujer, dulce y delicada, le llamaba, de arriba del cerrillo, le decía por su nombre: «Juanito, Juan Dieguito». Sin ninguna turbación, el indio decidió ir a donde lo llamaban, alegre y contento comenzó a subir el cerrillo y cuando llegó a la cumbre se encontró con una bellísima Doncella que allí lo aguardaba de pie y lo llamó para que se acercara. Y cuando llegó frente a Ella se dio cuenta, con gran asombro, de la hermosura de su rostro, su perfecta belleza, “su vestido relucía como el sol, como que reverberaba, y la piedra, el risco en el que estaba de pie, como que lanzaba rayos; el resplandor de Ella como preciosas piedras, como ajorca (todo lo más bello) parecía: la tierra como que relumbraba con los resplandores del arcoiris en la niebla. Y los mezquites y nopales y las demás hierbecillas que allá se suelen dar, parecían como esmeraldas. Como turquesa aparecía su follaje. Y su tronco, sus espinas, sus aguates, relucían como el oro.” Todo manifestaba la presencia divina.

Ante Ella, Juan Diego se postró, y escuchó la voz de la dulce y afable Señora del Cielo, en idioma Mexicano, “le dijo: «Escucha, hijo mío el menor, Juanito. ¿A dónde te diriges?» Y él le contestó: «Mi Señora, Reina, Muchachita mía, allá llegaré, a tu casita de México Tlatilolco, a seguir las cosas de Dios que nos dan, que nos enseñan quienes son las imágenes de Nuestro Señor, nuestros Sacerdotes.»” De esta manera, dialogando con Juan Diego, la preciosa Doncella le manifiestó quién era y su voluntad “«Sábelo, ten por cierto, hijo mío el más pequeño, que yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive, el creador de las personas, el dueño de la cercanía y de la inmediación, el dueño del cielo, el dueño de la tierra. Mucho quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi casita sagrada, en donde lo mostré, lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto: lo daré a las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación: porque yo en verdad soy vuestra madre compasiva, tuya y de todos los hombres que en esta tierra estáis en uno, y de las demás variadas estirpes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que confíen en mí, porque ahí escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores. Y para realizar lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa, anda al palacio del Obispo de México, y le dirás cómo yo te envío, para que le descubras cómo mucho deseo que aquí me provea de una casa, me erija en el llano mi templo; todo le contarás, cuanto has visto y admirado, y lo que has oído.” Y la Señora del Cielo le hace una especial promesa: “ten por seguro que mucho lo agradeceré y lo pagaré, que por ello te enriqueceré, te glorificaré; y mucho de allí merecerás con que yo retribuya tu cansancio, tu servicio con que vas a solicitar el asunto al que te envío.”

Así, de esta manera tan sublime, la Señora del cielo envía a Juan Diego como su mensajero ante la cabeza de la Iglesia en México, el obispo fray Juan de Zumárraga. El humilde y obediente Juan Diego se postró por tierra y pronto se puso en camino, derecho a la Ciudad de México, para cumplir el deseo de la Señora del Cielo.

Llegó a la casa del obispo, el franciscano fray Juan de Zumárraga, y le pidió a los servidores y ayudantes que le avisaran que traía un mensaje para él, pero estos al verlo tan pobre y humilde, simplemente, lo ignoraron y lo hicieron esperar; pero Juan Diego, con infinita paciencia, estaba dispuesto ha cumplir con su misión así que esperó, hasta que por fin le avisaron al Obispo y este pidió que lo trajeran a su presencia. Juan Diego entró y se arrodilló ante él, inmediatamente le comunicó todo lo que admiró, contempló y escuchó, le dijo puntualmente el mensaje de la Señora del Cielo, la Madre de Dios, que le había enviado y cual era su voluntad. El Obispo escuchó al indio incrédulo de sus palabras, juzgando que era parte de la imaginación del indio, máxime que era un recién convertido, y aunque le hizo muchas preguntas acerca de lo que había referido, y captó que era constante y claro su mensaje, de todos modos no hizo mucho aprecio a sus palabras; así que lo despidió, si bien con respeto y cordialidad, pero sin darle crédito a lo que le había dicho; el Obispo se tomaría un tiempo para reflexionar sobre este mensaje. Salió el indio de la casa del Obispo muy triste y desconsolado, ya que se dio cuenta que no se le había dado crédito ni fe a sus palabras, como por no haber podido fructificar la voluntad de María Santísima.

Juan Diego regresó al cerrillo al mismo punto en donde se le había aparecido la Madre de Dios “y en cuanto la vio, ante Ella se postró, se arrojó por tierra, le dijo: «Patroncita, Señora, Reina, Hija mía la más pequeña, mi Muchachita, ya fui a donde me mandaste a cumplir tu amable aliento, tu amable palabra; aunque difícilmente entré a donde es el lugar del Gobernante Sacerdote, lo vi, ante él expuse tu aliento, tu palabra, como me lo mandaste. Me recibió amablemente y lo escuchó perfectamente, pero, por lo que me respondió, como que no lo entendió, no lo tiene por cierto. Me dijo: «Otra vez vendrás; aún con calma te escucharé, bien aun desde el principio veré por lo que has venido, tu deseo, tu voluntad».” Juan Diego entendió que el obispo pensaba que le mentía o que fantaseaba, y con toda humildad le dice a la Señora del Cielo: “«mucho te suplico, Señora mía, Reina, Muchachita mía, que a alguno de los nobles, estimados, que sea conocido, respetado, honrado, le encargues que conduzca, que lleve tu amable aliento, tu amable palabra para que le crean. Porque en verdad yo soy un hombre del campo, soy mecapal, soy parihuela, soy cola, soy ala; yo mismo necesito ser conducido, llevado a cuestas, no es lugar de mi andar ni de mi detenerme allá a donde me envías. Virgencita mía, Hija mía menor, Señora, Niña; por favor dispénsame: afligiré con pena tu rostro, tu corazón; iré a caer en tu enojo, en tu disgusto, Señora Dueña mía».”

La Reina del Cielo escuchó con ternura y bondad, y con firmeza le respondió al indio: “«Escucha, el más pequeño de mis hijos, ten por cierto que no son escasos mis servidores, mis mensajeros, a quien encargue que lleven mi aliento, mi palabra, para que efectúen mi voluntad; pero es necesario que tú, personalmente, vayas, ruegues, que por tu intercesión se realice, se lleve a efecto mi querer, mi voluntad. Y mucho te ruego, hijo mío el menor, y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana a ver al Obispo. Y de mi parte hazle saber, hazle oír mi querer, mi voluntad, para que realice, haga mi templo que le pido. Y bien, de nuevo dile de qué modo yo, personalmente, la siempre Virgen Santa María, yo, que soy la Madre de Dios, te mando».”

Juan Diego, todavía entristecido por lo que había sucedido, se despidió de la Señora del Cielo asegurándole que al día siguiente realizaría su voluntad, aunque guardaba la duda de que fuera creída su palabra, aún así, le aseguró que obedecería y esperaría; se despidió de María Santísima y se fue a su casa a descansar.

Al día siguiente, Domingo diez de diciembre, Juan Diego se preparó muy temprano y salió directo a Tlatelolco, y después de haber oído Misa y asistir a la catequesis, se dirigió a la casa del Obispo, en donde, nuevamente, los ayudantes del obispo lo hicieron esperar mucho tiempo; al entrar ante él, Juan Diego se arrodilló y entre lágrimas le comunicó la voluntad de la Señora del Cielo, certificándole que se trataba de la Madre de Dios, la Siempre Virgen María y que pedía le edificase su casita sagrada en aquel lugar del Tepeyac. El Obispo lo escuchó con gran interés, pero para certificar la verdad del mensaje de Juan Diego le hizo varias preguntas acerca de lo que afirmaba, de cómo era esa Señora del Cielo, de todo lo que había visto y escuchado. El Obispo comenzó a comprender que no era posible que hubiera sido un sueño o una fantasía lo que Juan Diego le refería, pero le pidió una señal para constatar la verdad de las palabras del indio. Juan Diego, sin turbarse, aceptó ir con María Santísima con la petición del Obispo. Al tiempo que Juan Diego se ponía en marcha, el Obispo mandó dos personas de su entera confianza que vigilaran a Juan Diego y que, sin perderlo de vista, lo siguieran para saber a dónde se dirigía y con quién hablaba. Juan Diego llegó a un puente en donde pasaba un río, y ahí los sirvientes lo perdieron de vista y, por más que lo buscaron, no lograron encontrarlo; los sirvientes estaban muy molestos por lo que había sucedido y, al regresar, le dijeron al Obispo que Juan Diego era un embaucador, mentiroso y hechicero y le advirtieron que no le creyera que sólo lo engañaba por lo que, si volvía, merecía ser castigado.

Mientras tanto, Juan Diego había llegado nuevamente al Tepeyac y encontró a María Santísima que lo aguardaba; Juan Diego se arrodilló ante Ella y le comunicó todo lo que había acontecido en la casa del Obispo; quien le preguntó minuciosamente todo lo que había visto y oído, y le pidió una señal para que pudiera dar crédito a su mensaje.

María Santísima le agradeció a Juan Diego la diligencia e interés que había demostrado para cumplir su voluntad con palabras amables y llenas de cariño, y le mandó que regresara al día siguiente al mismo lugar y que ahí le daría la señal que solicitaba el Obispo.

Al día siguiente, Lunes once de Diciembre, Juan Diego no pudo volver ante la Señora del Cielo para llevar la señal al Obispo; pues su tío, de nombre Juan Bernardino, a quien amaba entrañablemente como si fuera su mismo padre, estaba gravemente enfermo de lo que los indios llamaban Cocoliztli; buscó un médico para lograr su curación pero no logró encontrar a nadie. Ya de madrugada, el Martes doce de Diciembre, el tío le rogó a su sobrino que se dirigiera al Convento de Santiago Tlatelolco a llamar a uno de los Religiosos para que lo confesase y preparase porque era conciente de que le quedaba poco tiempo de vida. Juan Diego se dirigió presuroso a Tlatelolco para cumplir la voluntad del moribundo y habiendo llegado cerca del sitio en donde se le aparecía la Señora del Cielo, reflexionó con candidez, que era mejor desviar sus pasos por otro camino, rodeando el cerro del Tepeyac por la parte Oriente y, de esta manera, no entretenerse con Ella y poder llegar lo más pronto posible al convento de Tlatelolco, pensando que más tarde podría regresar ante la Señora del Cielo para cumplir con llevar la señal al Obispo.

Pero María Santísima bajó del cerro y pasó al lugar donde mana una fuente de agua aluminosa, salió al encuentro de Juan Diego y le dijo: “«¿Qué pasa, el más pequeño de mis hijos? ¿A dónde vas, a dónde te diriges?»”. El indio quedó sorprendido, confuso, temeroso y avergonzado, y le respondió con turbación y postrado de rodillas: “«Mi Jovencita, Hija mía la más pequeña, Niña mía, ojalá que estés contenta: ¿cómo amaneciste? ¿Acaso sientes bien tu amado cuerpecito, Señora mía, Niña mía? Con pena angustiaré tu rostro, tu corazón: te hago saber, Muchachita mía, que está muy grave un servidor tuyo, tío mío. Una gran enfermedad se le ha asentado, seguro que pronto va a morir de ella. Y ahora iré de prisa a tu casita de México, a llamar a algún de los amados de Nuestro Señor, de nuestros Sacerdotes, para que vaya a confesarlo y a prepararlo; que vinimos a esperar el trabajo de nuestra muerte. Mas, si voy a llevarlo a efecto, luego aquí otra vez volveré para ir a llevar tu aliento, tu palabra, Señora, Jovencita mía. Te ruego me perdones, tenme todavía un poco de paciencia, porque con ello no te engaño, Hija mía la menor, Niña mía, mañana sin falta vendré a toda prisa».”

María Santísima escuchó la disculpa del indio con apacible semblante; comprendía, perfectamente, el momento de gran angustia, tristeza y preocupación que vivía Juan Diego, pues su tío, un ser tan querido, se encontraba moribundo; y es precisamente en este momento en donde la Madre de Dios le dirige unas de las más bellas palabras, las cuales penetraron hasta lo más profundo de su ser:

“«Escucha, ponlo en tu corazón, Hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante aflictiva. ¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?»” Y la Señora del Cielo le aseguró: “«Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe; que no te apriete con pena la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora. Ten por cierto que ya está bueno».”

Y efectivamente, en ese preciso momento, María Santísima se encontró con el tío Juan Bernardino dándole la salud, de esto se enteraría más tarde Juan Diego.

Juan Diego tuvo fe total en lo que le aseguraba María Santísima, la Reina del Cielo, así que consolado y decidido le suplicó inmediatamente que lo mandara a ver al Obispo, para llevarle la señal de comprobación, para que creyera en su mensaje.

La Virgen Santísima le mandó que subiera a la cumbre del cerrillo, en donde antes se habían encontrado; y le dijo: “«Allí verás que hay variadas flores: córtalas, reúnelas, ponlas todas juntas: luego baja aquí; tráelas aquí, a mi presencia».”

Juan Diego inmediatamente subió al cerrillo, no obstante que sabía que en aquel lugar no habían flores, ya que era un lugar árido y lleno de peñascos, y sólo había abrojos, nopales, mezquites y espinos; además, estaba haciendo tanto frío que helaba; pero cuando llegó a la cumbre, quedó admirado ante lo que tenía delante de él, un precioso vergel de hermosas flores variadas, frescas, llenas de rocío y difundiendo un olor suavísimo; y poniéndose la tilma o ayate a la manera acostumbrada de los indios, comenzó a cortar cuantas flores pudo abarcar en el regazo de su ayate. Inmediatamente bajó el cerro llevando su hermosa carga ante la Señora del Cielo.

María Santísima tomó en sus manos las flores colocándolas nuevamente en el hueco de la tilma de Juan Diego y le dijo: “«Mi hijito menor, estas diversas flores son la prueba, la señal que llevarás al Obispo; de mi parte le dirás que vea en ellas mi deseo, y que por ello realice mi querer, mi voluntad; y tú ..., tú que eres mi mensajero..., en ti absolutamente se deposita la confianza; y mucho te mando con rigor que nada mas a solas, en la presencia del Obispo extiendas tu ayate, y le enseñes lo que llevas; y le contarás todo puntualmente, le dirás que te mandé que subieras a la cumbre del cerrito a cortar flores, y cada cosa que viste y admiraste, para que puedas convencer al Obispo, para que luego ponga lo que está de su parte para que se haga, se levante mi templo que le he pedido».

Y dicho esto, la Virgen María despidió a Juan Diego. Quedó el indio tranquilo en su corazón, muy alegre y contento con la señal, porque entendió que tendría éxito y surtiría efecto su embajada, y cargando con gran tiento las rosas sin soltar alguna, las iba mirando de rato en rato, gustando de su fragancia y hermosura.

Juan Diego llegó a la casa del Obispo, y suplicó al portero y a los demás servidores que le dijeran al Obispo que deseaba verlo; pero ninguno quiso; fingían que no entendían, quizá porque todavía estaba oscuro, o porque ya lo conocían, o que nomás los molestaba y los importunaba. Juan Diego espero por un larguísimo tiempo; y cuando los sirvientes vieron que el indio todavía seguía ahí, sin hacer nada, esperando que lo llamaran, y observando también que algo cargaba en su tilma, se acercaron para ver que traía. Juan Diego no pudo ocultarles lo que llevaba, pues podrían empujarlo y hasta maltratar las flores, así que abriendo un poquito la tilma, se dieron cuenta que eran preciosas flores que despedían un perfume maravilloso. Y quisieron agarrar unas cuantas, tres veces lo intentaron, pero no pudieron, porque cuando hacían el intento ya no podían ver las flores, sino que las veían como si estuvieran pintadas, o bordadas, o cosidas en la tilma.

Inmediatamente fueron a decirle al Obispo lo que habían visto; y cómo deseaba verlo el indito que otras veces había venido, y que ya hacía muchísimo rato que estaba allí aguardando el permiso, porque quería verlo. Y el Obispo, en cuanto lo oyó, comprendió que Juan Diego portaba la prueba para convencerlo, para poner en obra lo que solicitaba el indio. Enseguida dio orden de que pasara a verlo. Y Juan Diego habiendo entrado, en su presencia se postró, como ya antes lo había hecho; de nuevo le contó lo que había visto, admirado y su mensaje.

Y en ese momento, Juan Diego entregó la señal de María Santísima extendiendo su tilma, cayendo en el suelo las preciosas flores; y se vio en ella, admirablemente pintada, la Imagen de María Santísima, como se ve el día de hoy, y se conserva en su sagrada casa. El Obispo Zumárraga, junto con su familia y la servidumbre que estaba en su entorno, sintieron una gran emoción, no podían creer lo que sus ojos contemplaban, una hermosísima Imagen de la Virgen, la Madre de Dios, la Señora del Cielo. La veneraron como cosa celestial. El Obispo “con llanto, con tristeza, le rogó, le pidió perdón por no haber realizado su voluntad, su venerable aliento, su venerable palabra.”

Y cuando el Obispo se puso de pie, desató del cuello de Juan Diego la tilma en la que se apareció la Reina Celestial. Posteriormente, la colocó en su oratorio. Juan Diego pasó un día en la casa del Obispo; y, al día siguiente, éste le dijo: «Anda, vamos a que muestres dónde es la voluntad de la Reina del Cielo que le erijan su templo»”

Juan Diego le mostró los sitios en que había visto y hablado las cuatro veces con la Madre de Dios y pidió permiso para ir a ver a su tío Juan Bernardino, a quien había dejado gravemente enfermo; el Obispo pidió a algunos de su familia para que acompañaran a Juan Diego, y les ordenó que si hallasen sano al enfermo, lo llevasen a su presencia.

Al llegar al pueblo de Tulpetlac vieron que el tío, Juan Bernardino, estaba totalmente sano, nada le dolía; y él, por su parte, estaba admirado de la forma en que su sobrino era acompañado y muy honrado por los españoles enviados por el Obispo. Juan Diego le contó a su tío cómo había sucedido su encuentro con la Señora del Cielo, cómo lo había enviado a ver al Obispo con la señal prometida para que se le edificara un templo en el Tepeyac y, finalmente, como le había asegurado que él estaba ya sano. Inmediatamente, Juan Bernardino confirmó esto, que en ese presido momento a él también se le había aparecido la Virgen, exactamente en la misma forma como la describía su sobrino; y que también a él lo había enviado a México a ver al Obispo; y que le testificara lo que había visto y le platicara la manera maravillosa de cómo lo había sanado, “y que bien así la llamaría, bien así se nombraría: LA PERFECTA VIRGEN SANTA MARÍA DE GUADALUPE, su Amada Imagen.”

Cumpliendo con esta disposición, Juan Bernardino fue llevado ante el Obispo para que contara su testimonio y, junto con su sobrino Juan Diego, lo hospedó en su casa unos cuantos días, de esta manera supo con exactitud lo que había pasado, cómo había recobrado su salud y cómo era la Señora del Cielo.

De una manera asombrosa, ya se había difundido la fama del milagro y acudían los vecinos de la ciudad a la casa Episcopal a venerar la Imagen. Al darse cuenta el Obispo de la gran cantidad de personas que llegaban a ver de cerca lo que había acontecido; decidió llevar la Imagen santa a la Iglesia mayor y la puso en el Altar, donde todos la gozaran; aquí permaneció mientras se edificaba una Ermita en el lugar que había señalado Juan Diego.

Todos contemplaron con asombro la Sagrada Imagen. “Y absolutamente toda esta ciudad, sin faltar nadie, se estremeció cuando vino a ver, a admirar su preciosa Imagen. Venían a reconocer su carácter divino. Venían a presentarle sus plegarias. Mucho admiraron en qué milagrosa manera se había aparecido puesto que absolutamente ningún hombre de la tierra pintó su amada Imagen.”

Canonización de Juan Diego

El 31 de Julio del 2002, Juan Diego fue canonizado por el Papa Juan Pablo II, durante su quinta visita pastoral a nuestro país, en una ceremonia en la Basílica de Guadalupe, y al día siguiente 1° de Agosto, Su Santidad bendijo el lugar donde actualmente se está construyendo el Santuario Nacional de San Juan Diego.

ORACIÓN

¡Dichoso Juan Diego, hombre fiel y verdadero! Te encomendamos a nuestros hermanos y hermanas laicos, para que, sintiéndose llamados a la santidad, impregnen todos los ámbitos de la vida social con el espíritu evangélico. Bendice a las familias, fortalece a los esposos en su matrimonio, apoya los desvelos de los padres por educar cristianamente a sus hijos.

Mira propicio el dolor de los que sufren en su cuerpo o en su espíritu, de cuantos padecen pobreza, soledad, marginación o ignorancia. Que todos, gobernantes y súbditos, actúen siempre según las exigencias de la justicia y el respeto de la dignidad de cada hombre, para que así se consolide la paz.

¡Amado Juan Diego, «el águila que habla»! Enséñanos el camino que lleva a la Virgen Morena del Tepeyac, para que Ella nos reciba en lo íntimo de su corazón, pues Ella es la Madre amorosa y compasiva que nos guía hasta el verdadero Dios. Amén.

S.S. Juan Pablo II
Oración pronunciada en la Ceremonia de
Canonización de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin
31 de julio del Año del Señor 2002

¿Por qué se aparece la Virgen María ? P.Héctor Espósito - P.Fabian Barrera


Padre Héctor Espósito - canto Madre Mía P.Fabian Barrera


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Ponte la Armadura de Dios, todo está a tú Favor

Eres Vencedor
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La armadura de Dios

"El alma que venza la potencia del demonio no lo podrá conseguir sin oración ni podrá entender sus engaños sin mortificación y sin humildad"
(San Juan de la Cruz)

-Fortalézcanse en el Señor con la fuera de su poder
-Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio.
- Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los soberanos de este mundo de tinieblas , contra los espíritus del mal que habitan en el espacio.
Leer + carta San Pablo a los (Efesios, 6,10-17)


La armadura del mundo


"Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia" (Juan 15,19)

La armadura del mundo es la que nos colocamos cuando -a causa de las heridas de la vida - nos vamos poniendo diversas máscaras, a fin de fingir ser algo que no somos, ya sea para agradar a los demás, recibir cariño o para obtener otros beneficios.
La armadura del mundo son las mentiras con las cuales algunos quieren convencer a los demás, para terminar luego convencidos ellos mismos y, por lo tanto, profundamente confundidos y desorientados.
La armadura del mundo es el hacer responsables a los demás de las cosas malas que nos suceden, sin dar los pasos correctos, que surgen de la oración, tales como son el perdón y el compromiso con el prójimo que nos necesita.
En realidad, la armadura del mundo, se transforma en un arma de Satanás, la cual en lugar de defendernos del dolor, nos vuelve cautivos, de modo tal de no llegar a disfrutar de la verdadera libertad y gozo que proceden del Espíritu Santo.


miércoles

Sacramento de la Reconciliación, nuestros desordenes, formas de examinarnos y estados del alma.


El P. Horacio Bojorge nos ilumina sabiamente con su reflexión, sobre el Sacramento de la Reconciliación, nuestros desordenes, formas de examinarnos y estados del alma.

lunes

De un suicidio programado a Monja en Medjugorje - Sor Emmanuel

"JESÚS TIENE EL PODER DE LIBERARTE DE TUS ATADURAS", testimonio de Sor Emmanuel.

Conocí a Sor Emmanuel en Medjugorje hace unos años. Es una monja especialmente apostólica, arrolladora, de las que irradian amor a Dios y a la Virgen y tienen urgencia de trasmitirlo a todo el mundo. Algo comencé a conocer de su singular vida. Ella había nacido en Francia, y llevaba una vida muy aventurera, en la que fue probando todo lo que la sociedad pagana puede ofrecer. Llegó al borde de la desesperación tras consultar a adivinos, prácticas esotéricas, etc. Su vida ya no tenía sentido para ella y programó su suicidio para un día concreto a las cinco de la tarde. Y en su libro “El Niño escondido de Medjugorje”, nos lo cuenta todo con detalle. De él extraemos los siguientes párrafos, que no tienen desperdicio:


UNA PERSONA SE ENCAMINA A LA MUERTE

Después del almuerzo y de algunos intercambios de los que me mantuve alejada, hubo una nueva asamblea de oración (carismática) espontánea (a la que fue invitada aquel día concreto). Eran las 15:30. Mi fin estaba próximo, le había dicho a Dios: a las 17. Me senté con ellos como una autómata, sumida en la mayor desolación. No prestaba más aten­ción a sus oraciones. Hacia las 16, llegó una señora y se unió al grupo. Esta­ba muy retrasada y no había participado del resto del programa. Se llama­ba Andrée T. Ni siquiera le presté atención. Entre la treintena de católicos presentes ese día, ella era la única protestante. Apenas llegada, comenzó a agitarse en su silla. Algo le inquietaba. El Señor acababa de mostrarle una luz, y ¡era necesario que la expusiera frente a todo el mundo! Todos los temores se abatieron entonces sobre ella, el miedo a ser juzgada en vista de la magnitud de lo que tenía que decir… ¿Y si eso fuera a caer en bolsa rota?

Yo estaba postrada como un pobre ente atontado, cabizbaja, cuando una voz de trueno que retumbó en la asamblea me sacó de mi lodazal. Entre las hermosas plegarias, el mensaje parecía estar completamente fuera de lugar. Su tono era dramático. Lo que pasaba es que Andrée, no pudien­do contenerse más, entregaba con autoridad lo que el Señor le había mos­trado:

-Hermanos y hermanas, entre nosotros hay una persona que se enca­mina a la muerte. Esta persona se ha dejado engañar por el Enemigo y ha hecho lo que le disgusta a Dios. Ha practicado el espiritismo y la adivina­ción, y Satanás la ha encadenado. Pero Cristo tiene el poder de liberada de manos del Enemigo y de devolverla a la vida. Ella puede venir a nosotros y oraremos por ella en el poder del nombre de Jesús.

La asamblea estaba consternada. Por mi parte, desde las primeras palabras del mensaje: “una persona se encamina a la muerte”, mi corazón había comenzado a latir precipitadamente. Se trataba de mí, ¡era evidente! ¿Dios le había mostrado el estado de mi alma a esa señora que nunca me había visto en su vida? ¿Qué entendía ella por “hizo lo que le disgusta a Dios”?

¡Pasó a ser mi turno de agitarme en la silla! Aguardaba con impacien­cia que la oración terminara para poder ir al encuentro de esa desconocida.

Eran más de las 4:30 cuando el canto finalmente concluyó. Entonces, me abalancé sobre ella.

-Señora, usted habló de alguien que se encaminaba hacia la muerte … Andrée me acogió como lo hacen aquellos auténticos enviados de Dios: ningún remilgo, ninguna pleitesía inútil, van al grano con seriedad, conscientes de que la situación no les pertenece y de que hay vidas que están en juego.

-¡Ah, eres tú! Bueno, ven aquí... Dime, ¿qué hiciste? Has estado en el campo del enemigo, fuiste a ver a los astrólogos, a los adivinos, ¿fue eso? ¿Has interrogado el espíritu de los muertos, has hecho girar las mesas? =Sí, lo he hecho desde mi adolescencia, con mis amigas, no sabía que … -Pero, [si está escrito en la Biblia! Dios ha prevenido a su pueblo, ¡todo eso es una abominación a sus ojos! ¿Crees en Cristo?

-Sí, soy cristiana.

-Bien, voy a llamar a dos o tres hermanos para que oren conmigo sobre ti. No quiero hacerlo sola, Cristo ha dicho: “Cuando dos o más se reúnen en mi nombre, Yo estoy en medio de ellos”.

JESÚS TIENE EL PODER DE LIBERARTE DE TUS ATADURAS


Era el mes de junio. Andrée me hizo salir al jardín bien florecido de las Hermanas de la Asunción. Allí había un banco. Al ver mi agotamiento, me hizo sentar, pero ella permaneció de pie con sus acólitos que me rodeaban. Me encontraba en la situación más impensable que pudiera darse, sobre todo porque se pusieron a cantar en lenguas desde el comienzo. ¡Me pre­guntaba en qué manicomio había ido a dar!

Ella dirigió las operaciones con toda maestría y planteó la cuestión de la confianza que iba a ser determinante en caso de obtener la victoria:

-Tú misma te has puesto entre las garras del Enemigo. Te tiene amordazada y te tortura. Intenta matarte. Pero Jesús lo ha vencido en la cruz. ¿Crees que hoy Jesús tiene el poder de romper tus ataduras para que tengas la libertad de caminar en la luz?

Me quedé estupefacta al oír la pregunta. Miraba a Andrée, esta mujer muy sencilla, pobre, que seguramente superaba los cien kilos. Su fe infan­til estaba preparada para desplazar montañas. Tenía 25 años y era la prime­ra vez que escuchaba a alguien que hablara así de Jesús. ¿Un Jesús que iba a hacerme el bien a mí? ¿Hoy mismo? ¿Como en el Evangelio?

-¡Sí, lo creo! -mi voz era tímida pues, a decir verdad, era más apro­piado decir que hubiera querido creer.

-Bueno, vamos a hacer una oración de liberación… Los demonios que has aceptado en ti serán expulsados por el poder del nombre de Jesús …

No tenía ni la menor idea de lo que ese lenguaje -nuevo para mí­ – implicaba. Me imaginaba que mi corazón era como una caja en la que hubiera dejado penetrar a unos usurpadores y que, en el nombre de Jesús, esos intrusos iban a salir.

-Sabes, Andrée, aún si Jesús me libera, prefiero morir de todas for­mas. Porque los demonios hicieron tanto daño en mi corazón que no puedo soportar más este sufrimiento.

Andrée no se dejaba vencer tan fácilmente, ¡era una evangelista que se había topado con casos mucho más graves!

-Pero si crees que Jesús tiene el poder de expulsar a los demonios que te han herido, ¡¿no crees que también tiene poder para sanar tus heridas?!

Nueva sorpresa sobre la identidad de Jesús. También puede sanarme. ¿A mí? ¿Y ahora? Qué pobre idea me había hecho de Él hasta entonces: un Salvador, sí, pero que había salvado a toda la humanidad (al por mayor) un día, (no hoy, en todo caso). Y he aquí que nuevamente se parecía al Jesús del Evangelio, a aquel que había curado a un fulano aquel día al ponerse el sol… ¡¿Y él es mi Salvador personal, que está vivo y actúa hoy.´!

-¡Sí, creo que puede sanarme!

-¿yte comprometes a no practicar más todas esas abominaciones?

¡Porque cuidado! Si vuelves a reincidir, [re sucederán cosas peores! Escu­cha ... Y comenzó a leer Deuteronomio 18, 9-14: “Cuando entres en la tierra que el Señor, tu Dios, te dará, no aprendas a practicar las abominaciones que cometen estas naciones. Que no haya entre vosotros nadie que inmole en el fuego a su hijo o a su hija, ni practique la adi­vinación, la astrología, la magia o la hechicería. Tampoco habrá nin­gún encantador, ni consultor de espectros o de espíritus, ni evocador de muertos. Porque todo el que practica estas cosas es abominable al Señor, tu Dios, y por causa de estas abominaciones, él desposeerá a esos pueblos delante de ti. Tú serás irreprochable en tu trato con el Señor, tu Dios. Porque las naciones que vas a desposeer escuchan a los astrólogos y adivinos.”! Y me fue explicando punto por punto el sen­tido de cada versículo. Tenía a duras penas el vocabulario necesario para expresarse, de tan simple que era; pero para las cosas de Dios, tenía una inteligencia espiritual sorprendente.

-Puedes contar conmigo -le dije-, ¡no volveré a cometer nueva­mente la misma tontería!

No había tiempo que perder. Andrée y sus compañeros comenzaron a alabar a Dios alegres y confiados. Luego Andrée intercedió con poder por la pecadora que yo era y ordenó a los demonios (que fue nombrando uno por uno) a que me dejaran … Quebró también el lazo de maldición que ese adivino hindú de Nueva Delhi me había impuesto y que me aplastaba inexorablemente. Después hubo nuevas alabanzas y bendiciones, y luego se hizo silencio. Todo había acabado.

-Ya está. Se terminó -me dijo ella-o Puedes unirte al grupo para la misa. Pero continúa alabando al Señor y colocándote bajo su preciosa Sangre. ¡Necesitas su protección!

Jamás olvidaré el preciso instante en que me levanté de ese banco.

Durante la oración, no había experimentado ningún estremecimiento, nin­guna nueva emoción, nada. Pero una vez de pie, ¡caí en la cuenta de que mi angustia mortal se había esfumado! Repetidamente me llevaba la mano al corazón como alguien que palpa su bolsillo en busca de sus gafas o de su billetera. ¡Mi sufrimiento había desaparecido! Jesús había realmente pasado por allí … ¡Había hecho su trabajo de Salvador y me había devuelto a la vida!

En mi reloj, eran las cinco de la tarde…

Tenía cita con la muerte pero, a la hora D, quien había acudido a mí había sido el Dios vivo, y no la muerte. Mi pobre existencia en ruinas h sido entonces abrazada por la vida. Sentía al buen Pastor cerca de mí, había descendido al fondo de mi sórdida fosa y me había sacado de allí, tomando sobre su propio cuerpo mis heridas de muerte. Sentía que su vida corría dentro de mí como un torrente de delicias. ¡Todo mi ser estaba sumergido en la alegría de una resurrección!

miércoles

Natividad de la Santisima Virgen María


Hoy nace una clara estrella,
tan divina y celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo sol nace de ella.

De Ana y de Joaquín, oriente
de aquella estrella divina,
sale luz clara y digna
de ser pura eternamente;
el alba más clara y bella
no le puede ser igual,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

No le iguala lumbre alguna
de cuantas bordan el cielo,
porque es el humilde suelo
de sus pies la blanca luna:
nace en el suelo tan bella
y con luz tan celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.

Gloria al Padre, y gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.

viernes

Todos los Viernes - Sagrado Corazón de Jesús - Oración x Enfermos y Afligidos

Viernes, en Capilla María Reina de la Paz
Sagrado Corazón de Jesús

Viernes a partir Mayo 2012
18:30 Santo Rosario
19:20 Celebración Diác. Jorge Novoa
20:00 Oración de Intercesión x Enf. y Afligidos

Jesús pasa , deja su huella y ya nada será igual !!!
Oración de intersección por enfermos y afligidos

Novena al Sagrado Corazón de Jesús

No te pierdas las Gracias que brotan del Sagrado Corazón de Jesús

"Cada Ave María dicha con Fe y con el corazón, es como una flecha de oro que atraviesa El Sagrado Corazón de Jesús"

Ven y entrégale, todo aquello que molesta, todo aquello que no te deja ser luz del mundo.
Deja ya eso atrás, hoy es un nuevo día, para "entrar en la Vida".
Olvida lo que dejastes atrás y lanzate a lo que Dios tiene para ti.

No puedes perdonar ? no puedes perdonarte ? acude al Sagrado Corazón de Jesús, ya que solo no podemos.

Pon tus manos en las manos del Señor de Galilea
Pon tus manos en las manos del Señor que calma el mar



Sacratisimo Corazón Eucarístico de Jesús, yo confío inmensamente en tu misericordia , te pido humildemente que me des la Fe que necesito , para abandonarme a tu infinita misericordia, porque ya se han agotado mis recursos humanos ...

martes

Señor Jesús, ¡quédate con nosotros!


“Mane nobiscum, Domine!”

Como los dos discípulos del Evangelio, te imploramos.

Señor Jesús, ¡quédate con nosotros!

Tú, divino Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las sombras de la noche.

Ampáranos en el cansancio, perdona nuestros pecados, orienta nuestros pasos por la vía del bien.

Bendice a los niños, a los jóvenes, a los ancianos, a las familias y particularmente a los enfermos. Bendice a los sacerdotes y a las personas consagradas. Bendice a toda la humanidad.

En la Eucaristía te has hecho “remedio de inmortalidad”: danos el gusto de una vida plena, que nos ayude a caminar sobre esta tierra como peregrinos seguros y alegres, mirando siempre hacia la meta de la vida sin fin.

Quédate con nosotros, Señor!

Quédate con nosotros! Amén.

viernes

Paz a Ustedes ( Jn.20,19-31) - P.Miguel Pastorino



Santo Tomás


Señor mío y
Dios mío

No voy a misa y no quiero vivir en hipocresia



Juan 6,51-53-54)
Yo soy el Pan Vivo bajado del cielo.
El que no come mi carne y no bebe mi sangre, no tiene vida.
Si comes de mi carne y bebes de mi sangre, tienes vida eterna y yo lo resucitaré
La Santa Eucaristía, es Jesús mismo ...
Ve a la Santa Misa con frecuencia, además de los domingos.
No importa si el Sacerdote no es un buen predicador,
aunque el coro no sea el mejor coro, aunque a veces esté desentonado, pero que estemos conscientes de 2 cosas maravillosas que acontecen en
casa Eucaristía : la Palabra de Dios, que tiene poder para transformarnos
y la Santa Eucaristía , recibir a Dios y unirnos a Dios.

jueves

13 de Mayo, Virgen de Fátima - María, primera y más perfecta discípula de Jesús - Nostotros, sus hijos, seamos responsables del Anuncio



Papa Consagra a Sacerdotes al Corazón Inmaculado de María

Oración del Papa Benedicto XVI, al visitar a la Virgen de Fátima Mayo 2010.

"Señora Nuestra
y Madre de todos los hombres y mujeres,
aquí estoy como un hijo
que viene a visitar a su Madre
y lo hace en compañía
de una multitud de hermanos y hermanas.
Como Sucesor de Pedro,
al que se le confió la misión
de presidir el servicio
de la caridad en la Iglesia de Cristo
y de confirmar a todos en la fe
y en la esperanza,
quiero presentar a tu Corazón Inmaculado
las alegrías y las esperanzas,
así como los problemas y los sufrimientos
de cada uno de estos hijos e hijas tuyos,
que se encuentran en Cova de Iria
o que nos acompañan desde la distancia.

Madre amabilísima,
tú conoces a cada uno por su nombre,
con su rostro y con su historia,
y quieres a todos
con amor materno,
que fluye del mismo corazón de Dios Amor.
Te confío a todos y los consagro a ti,

María Santísima,
Madre de Dios y Madre nuestra.
El Venerable Papa Juan Pablo II,
que te visitó tres veces, aquí en Fátima,
y te agradeció aquella "mano invisible"
que lo libró de la muerte,
en el atentado del trece de mayo,
en la Plaza de San Pedro, hace casi treinta años,
quiso ofrecer al Santuario de Fátima
la bala que lo hirió gravemente
y que fue colocada en tu corona de Reina de la Paz.
Nos consuela profundamente
saber que estás coronada
no sólo con la plata
y el oro de nuestras alegrías y esperanzas,
sino también con la "bala"
de nuestras preocupaciones y sufrimientos.

Te agradezco, Madre querida,
las oraciones y sacrificios
que los Pastorcillos
de Fátima realizaron por el Papa,
animados por los sentimientos
que tú les habías infundido en las apariciones.
Agradezco igualmente a todos aquellos que,
cada día,
rezan por el Sucesor de Pedro
y sus intenciones,
para que el Papa sea fuerte en la fe,
audaz en la esperanza y ferviente en el amor.

Madre querida por todos nosotros,
te entrego aquí en tu Santuario de Fátima,
la Rosa de Oro
que he traído desde Roma,
como regalo de gratitud del Papa,
por las maravillas que el Omnipotente
ha realizado por tu mediación
en los corazones de tantos peregrinos
que vienen a esta tu casa materna.
Estoy seguro de que los Pastorcillos de Fátima,
los Beatos Francisco y Jacinta
y la Sierva de Dios Lucía de Jesús,
nos acompañan en este momento de súplica y júbilo".

lunes

Oración de UNIDAD y Homilía de hoy - Alabado sea Jesucristo

ORACIÓN DE UNIDAD



Tu gracia recibí, dulzura y luz,
yo nunca merecí, tanto amor.
Mi vida renació, se iluminó,
de la sombra pasé a la luz.

Me abriste el corazón con tu perdón,
mi pecho se inflamó en el ardor,
con que tu gracia Señor, mi dolor curó,
ya nunca tuve más temor.

Tardamos en captar el mensaje de amor,
que Tú enseñaste en la cruz,
dos mil años de error, veinte siglos de horror,
y la verdad triunfó

Por fin la humanidad, recapacitó,
y un canto de hermandad entonó,
el sol nos guió de la tierra brotó,
la oración de unidad.

Tu gracia recibí, dulzura y luz,
yo nunca merecí, tanto amor.
Mi vida renació, se iluminó,
de la sombra pasé a la luz.

Homilia de Hoy (Jn.12,31-36) - fuente Aciprensa


Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal
ten piedad de nosotros y del mundo entero.

martes

Alimento de Vida (Jn. 6,25) - Pbro. Miguel Pastorino

Muchos tienen sed y hambre. Solo Jesús puede saciarla ... acá escribe uno, que tenía hambre y sed de justicia .. tenía sed de amor ... pero Jesús se la sació !!!

.. todos tenemos sed de felicidad, de amor, de paz ... todos tenemos un deseo profundo, de un vacío que solo el Señor puede llenar , solo Jesús puede hacerlo ...

hemos querido saciar ese vacío llenándonos de cosas, de personas ...
pero seguimos sintiendo hambre ... hay algo en nuestro interior, que nos sigue diciendo: me falta algo ... porque como decía San Agustin:
«Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en Ti».



... hay que trabajar por aquello, que nos da la vida de Verdad
no solo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios

Bendito sea Nuestro Señor Jesucristo
Jesús se da entero por Amor, en cada Eucaristía , en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.

jueves

Nicodemo (Jn. 3,1-10) - Hay que nacer de nuevo - Diac. Jorge Novoa

Compartido Generosamente por el Pbro.MIGUEL PASTORINO, del programa "SI TU SUPIERAS", que conduce en Radio Oriental

Evangelio según San Juan, capítulo 3, versículos del 1 al 8

EL NUEVO NACIMIENTO POR LA FE. - NICODEMO

1. Había un hombre de los fariseos, llamado Nicodemo, principal entre los judíos.
2. Vino de noche a encontrarle y le dijo: "Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro, porque nadie puede hacer los milagros que Tú haces, si Dios no está con él".
3. Jesús le respondió: "En verdad, en verdad, te digo, si uno no nace de lo alto, no puede ver el reino de Dios".
4. Nicodemo le dijo: "¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Puede acaso entrar en el seno de su madre y nacer de nuevo?"
5. Jesús le respondió: "En verdad, en verdad, te digo, si uno no nace del agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de los cielos.
6. Lo nacido de la carne, es carne; y lo nacido del espíritu, es espíritu.
7. No te admires de que te haya dicho: "Os es necesario nacer de lo alto".
8. El viento sopla donde quiere; tú oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene, ni adonde va. Así acontece con todo aquel que ha nacido del espíritu".


Medita esta Palabra Viva, el Diácono Jorge Novoa

Descarga de Audio en mp3

Encuentros con Jesús - Año 2010

Para verlo en pantalla completa, Click en Menú - Luego Fullscreen

miércoles

Viernes 19 hs. Oración por Enfermos y Afligidos

Jesús pasa y deja su huella ... pon tus pies en las huellas del Señor de Galilea ...

19:00 hs. Santo Rosario, con Santisimo Expuesto
20:00 hs. Celebración - Diácono Jorge Novoa
20:30 hs. Oración personal por Enfermos y Afligidos

Miércoles de Ceniza - "No endurezcan su corazón, sino escuchen la Voz del Señor "

Audio de la Santa Misa celebrada en la Capilla María Reina de la Paz, el Miércoles de Ceniza, 17 de Febrero 2010.
Lectura del Evangelio : Diácono Jorge Novoa
Homilía: P. Horacio Bojorge SJ


"No endurezcan su corazón , sino escuchen la voz del Señor"
... tiempo de conversión ... un "volverse" hacia Dios ...

viernes

Oración por Enfermos y Afligidos - Iniciamos viernes 19 Feb., 19 hs.



Antes de la oración del Ángelus de este domingo, Benedicto XVI ha comentado el episodio evangélico de la curación del leproso y ha invitado a los fieles a recurrir con frecuencia al Sacramento de la Confesión.
Dijo el Papa: Los pecados que cometemos nos alejan de Dios, y si no se confiesan humildemente confiando en la misericordia divina, conducen a la muerte del alma. En el sacramento de la Penitencia, ha explicado el Papa, Cristo nos purifica con su infinita misericordia, mediante sus ministros, y nos devuelve a la comunión con el Padre celeste y con los hermanos, nos dona su amor, su alegría y su paz. De hecho, no es la lepra, como preveía la antigua ley judía, la que nos separa del Señor, sino la culpa, la enfermedad espiritual y moral. Jesús en su pasión, se convertirá en un leproso contaminado por nuestros pecados y lo hará por amor, para conseguir nuestra reconciliación, perdón y salvación.



Viernes 19,
reiniciamos la Oración por enfermos y afligidos, en la Capilla María Reina de la Paz.
Son momentos de Gracia ... el cielo está abierto ... no te quedes afuera.
19 hs. Santo Rosario, con Santisimo expuesto , luego paseo de Santísimo
(estará el P. Horacio Bojorge para el Sacramento de la Reconciliación)
20 hs. aprox - Santa Misa - Celebra P.Horacio Bojorge - Diácono Jorge Novoa
Oración Personal a cada enfermo


martes

Actividades de Cuaresma en Capilla María Reina de la Paz

Miércoles 17 de febrero, Mércoles de ceniza - Inicio de Cuaresma

La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo.

La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.

Las palabras que se usan para la imposición de cenizas, son:

- “Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida”
- “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás"
- “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.

Reflexión sobre Cuaresma

Como vemos, la ceniza no es un rito mágico, no nos quita nuestros pecados, para ello tenemos el Sacramento de la Reconciliación. Es un signo de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo de conversión. Es el inicio del camino de la Cuaresma, para acompañar a Jesús desde su desierto hasta el día de su triunfo que es el Domingo de Resurrección.

Debe ser un tiempo de reflexión de nuestra vida, de entender a donde vamos, de analizar como es nuestro comportamiento con nuestra familia y en general con todos los seres que nos rodean.

En estos momentos al reflexionar sobre nuestra vida, debemos convertirla de ahora en adelante en un seguimiento a Jesús, profundizando en su mensaje de amor y acercándonos en esta Cuaresma al Sacramento de la Reconciliación (también llamado confesión), que como su nombre mismo nos dice, representa reconciliarnos con Dios y sin reconciliarnos con Dios y convertirnos internamente, no podremos seguirle adecuadamente.

Está Reconciliación con Dios está integrada por el Arrepentimiento, la Confesión de nuestros pecados, la Penitencia y finalmente la Conversión.

El arrepentimiento debe ser sincero, reconocer que las faltas que hemos cometido (como decimos en el Yo Pecador: en pensamiento, palabra, obra y omisión), no las debimos realizar y que tenemos el firme propósito de no volverlas a cometer.

La confesión de nuestros pecados.- el arrepentimiento de nuestras faltas, por sí mismo no las borra, sino que necesitamos para ello la gracia de Dios, la cual llega a nosotros por la absolución de nuestros pecados expresada por el sacerdote en la confesión.

En la Confesión, Dios nos sana de adentro hacia afuera ... Tienes que vivirlo, para experimentarlo .. tienes que sentir esa Paz, que solo Dios te la puede dar ... el mundo no te la puede dar ... la paz de Dios es duradera ... la paz del mundo es temporal, porque es egoísta.

lunes

Jueves 11 - Virgen de Lourdes - Jornada mundial del Enfermo

Alegrate María, Salud de los Enfermos ...


Oración a Nuestra Señora de Lourdes

¡Ave María, Mujer humilde,
bendecida por el Altísimo !
Virgen de la esperanza, profecía de tiempos nuevos,
nosotros nos unimos a tu cántico de alabanza
para celebrar las misericordias del Señor,
para anunciar la venida del Reino
y la plena liberación del hombre.

¡Ave María, humilde Sierva del Señor,
Gloriosa Madre de Cristo !
Virgen fiel, Morada Santa del Verbo,
enséñanos a perseverar en la escucha de la Palabra,
a ser dóciles a la Voz del Espíritu Santo,
atentos a sus llamados en la intimidad de la conciencia
y a sus manifestaciones en los acontecimientos de la historia.

¡Ave María, Mujer del dolor,
Madre de los vivientes !
Virgen Esposa ante la Cruz, Eva nueva,
Sed nuestra guía por los caminos del mundo,
enséñanos a vivir y a difundir el Amor de Cristo,
a detenernos contigo ante las innumerables cruces
en las que tu Hijo aún está crucificado.

¡Ave María, Mujer de la fe,
primera entre los discípulos !
Virgen Madre de la Iglesia, ayúdanos a dar siempre
razón de la esperanza que habita en nosotros,
confiando en la bondad del hombre y en el Amor del Padre.
Enséñanos a construir el mundo desde adentro:
en la profundidad del silencio y de la oración,
en la alegría del amor fraterno,
en la fecundidad insustituible de la Cruz.

Santa María, Madre de los creyentes,
Nuestra Señora de Lourdes,
ruega por nosotros.

Juan Pablo II
Oración en el Santuario de Lourdes el 14 de agosto de 2004.


En esta fiesta conmemoramos las 18 apariciones de la Santísima Virgen, entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858, a una niña de 14 años, llamada Bernardette Soubirous, en Lourdes, Francia, cerca del río Gave.
El 11 de febrero de 1858, tres niñas, Bernadette, de 14 años, su hermana Marie Toinete, de 11 y su amiga Jeanne Abadie, de 12 salieron de su casa en Lourdes para recoger leña. Camino al río Gave, pasó por una gruta natural donde Bernadette escuchó un murmullo y divisó la figura de una Joven vestida de túnica blanca, muy hermosa, ceñida por una banda azul y con un Rosario colgado del brazo. Se acercó y comenzaron a rezar juntas, para luego desaparecer.

Por un período de cinco meses, la Virgen se le apareció a la niña, en medio de multitudes que se acercaban para rezar y poder observar a la hermosa señora, pero la Virgen sólo se le aparecía a la niña. En reiteradas ocasiones, Bernadette fue víctima de desprecios y burlas por parte de las autoridades eclesiales y civiles de pueblo, pero la niña se mantuvo firme en su fe mariana sobre todo en el especial pedido que la Virgen le había encargado: la construcción de una capilla sobre la gruta y la realización de una procesión.

Luego de la última aparición ocurrida en 16 de julio, fiesta de Nuestra Señora del Carmen, Bernadette ingresó a la orden religiosa de las hermanas enfermeras, a la edad de 22 años, y permaneció allí hasta su muerte a los 34 años de edad.

Morir a si mismo - Jn 12,24-26 - Si el grano de trigo no muere, no da fruto.



(Juan 12, 24-26) - Es necesario dejar de ser grano, renunciar, para dar el mejor fruto.

En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: en verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.

Reflexión

Jesucristo dice: “Si el grano de trigo no muere, no dará fruto”. El grano que quiera seguir como grano, que le tenga miedo a la humedad, que no esté dispuesto a desaparecer como grano, ¿cómo ha de dar fruto? Si el grano muere, nacerá una nueva planta. Si es de maíz, dará muchos elotes, que tendrán muchos granos cada uno. Pero es necesario dejar de ser grano para dar todo ese fruto.

Así, Jesucristo habría de morir para darnos un gran fruto: la salvación de nuestras almas, el perdón de los pecados, la apertura nuevamente del Cielo para nosotros, la vida eterna, la gracia santificante, recobrar nuevamente la amistad con Dios. Todo ello es parte del fruto que Jesucristo dará al morir como grano de trigo en la cruz.

Luego, inmediatamente, el mismo Jesús dice: “El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna”.

Estas palabras son muy importantes para un cristiano, para un verdadero seguidor de Jesucristo, para todos aquellos que quieren imitarle en sus vidas. Él nos dice que las personas que son egoístas, que piensan en su comodidad, en su bienestar, en su placer, olvidándose de los demás no obtendrán la vida eterna. Si pasarán esta vida con placer, con comodidad, cumpliéndose todos sus caprichos, pero perderán los más importante, la vida eterna. Aquél que busca lo mejor para sí mismo, que no le importa dañar a los demás, u ofenderlos, o maltratarlos con tal de lograr sus placeres no vivirá con el Señor la vida eterna. Cambia el placer que se va pronto, que dura “nada”, por toda la vida eterna.

Por el contrario, quien no se interesa por los placeres, por las comodidades, por cumplir sus caprichos y egoísmos, quien piensa en los demás, se entrega por ellos y los ama, ese alcanzará lo más importante, lo que nunca ha de acabarse: la vida eterna.

Y Jesucristo que nos dice esas palabras, es el primero en darnos el ejemplo: pues Él ha de ofrecer su vida, ha de perderla, ha de morir, para darnos la vida eterna, para perdonarnos los pecados, para darnos la salvación. “El que se aborrece a sí mismo”. Nuestro Señor, un verdadero ejemplo de amor por nosotros. No le importó morir, ni sufrir tanto, ni ser despreciado, abofeteado, escupido, azotado, ridiculizado, golpeado, coronado de espinas, despreciado, crucificado y ajusticiado en la cruz, con tal de buscar nuestro bien. ¡Eso es amor! ¡Eso es amar al prójimo! ¡¡Eso es vivir la ley de Dios: amar a Dios y al prójimo! Por eso nuestro Señor será capaz de decirnos: “Ámense como yo los he amado” ¡Hasta dar la vida por los demás!

Recordemos lo que decían de los primeros cristianos hace ya dos mil años: ¡Miren cómo se aman!”. Los pueblos paganos quedaban maravillados por el amor con que se trataban entre sí los cristianos y el amor con que trataban a todos los demás. El verdadero cristiano ha de ser como Jesucristo: Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. ¿Acaso Jesucristo no hizo eso en la cruz por todos y cada uno de nosotros? Imitémosle.

El auténtico cristiano, el verdadero católico es quien ama al prójimo y no se preocupa de sí mismo. Tengamos cuidado de los placeres, de las comodidades, de los caprichos, de los deseos, pues lo único que hacen es convertirnos en el centro de nuestro amor: nos buscaremos a nosotros mismos.

Quien verdaderamente ama a su prójimo pensará en ellos continuamente: el esposo, en su esposa; la esposa, en el esposo; los padres, en los hijos; el ciudadano, en sus conciudadanos; el maestro, en sus alumnos;

El mundo pagano se distingue por el egoísmo. El mundo cristiano se ha de distinguir por el amor. ¿Cuál mundo estamos construyendo? ¿Soy pagano o soy cristiano? El mundo pagano termina con la muerte. El mundo cristiano empieza con la vida eterna.

Jesucristo muere en la cruz para perdonarnos los pecados, para darnos nuevamente la amistad con Dios, nos vuelve a abrir las puertas del Cielo, nos hace partícipes de la vida eterna, nos da su gracia. El Señor nos enseña: “El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna”, y “”Si el grano de trigo no muere, no dará fruto”. El distintivo de todo verdadero cristiano es el amor.

Sabemos que por mucho tiempo que pueda vivir un hombre en la tierra, no será más que una gota en medio de la inmensidad del océano, un punto en medio de la eternidad. ¿No será preferible dejar un poco las comodidades de aquí para entrar en la eternidad por la puerta grande?

¿Cuántas veces pensamos en ella? ¿La tenemos como una realidad? ¿O sólo es algo lejano e imaginario? Los santos mártires, como San Lorenzo, nos ponen ante los ojos el valor de la vida futura. Antes de padecer los sufrimientos a los que le sometieron -ser quemado vivo- reflexionó unos instantes y optó por Cristo a pesar de todo. Porque sabía muy bien qué encontraría después de su muerte.